4.01.2013

Propiamente hablando: Una banda aburrida, gastada y buscando atención.



Aún no había escuchado a "Los Propios", porque lastimosamente no había tenido la oportunidad de ver “Mejor no hablar de ciertas cosas”, la ya famosa película ecuatoriana de Javier Andrade. Para los que aún NO los escucharon… tienen suerte. Quisiera ser ustedes.

Más allá de la falta de buena música o letras interesantes, o presencia escénica o buen show, o talento en general, es la visible y exageradamente forzada búsqueda por llamar la atención y la falta de autenticidad de la agrupación lo que logra que destaquen. Al parecer su fin es encontrar acogida a como dé lugar, vendiéndose como un producto manufacturado y procesado para captar la atención. Sólo esperemos que ese producto tenga una fecha de caducidad cercana.

He escuchado un sinnúmero de veces bandas en esta onda y estilo, cuya fórmula compositiva varía en complejidad y que en otras ocasiones raya en lo más burdo o banal, todo esto sin perder esa frescura y originalidad que divide las buenas de las malas.

En algunas, su característica principal es la graciosa creatividad de sus letras, o el show en vivo muy similar al de un comediante stand up gracias a las opiniones y “joyitas verbales” que sus integrantes suelen compartir durante sus presentaciones, como monólogo o interactuando con su audiencia, lo que me parece bastante entretenido. Debo admitirlo, soy fan de muchas bandas en esta corriente, sin embargo que el punto de partida de Los Propios sea el hecho de buscar lo que está en boga actualmente en una sociedad tan diminuta como la nuestra, basando sus letras en íconos risibles de una cultura ecuatoriana que ya los ha explotado hasta el cansancio, convirtiéndolos en el peldaño gravitacional en el que flotan cada uno de sus temas como referentes de nuestra idiosincracia, y mal utilizándolos sin un leve rasgo de filtro en la composición, hacen que se convierta en un chiste forzado, infantil y excesivamente aburrido, que además contradice la ideología misma de la escena independiente, al buscar su fin más patético: comercializar.

Algunos miembros de la audiencia vibraban idiotizados al escuchar las letras, sintiéndose identificados y riéndose de este mal chiste, orgullosos de ser ecuatorianos, afirmando la “genialidad” de una banda tan pre-fabricada y absurda como su mera existencia. Sin pretender alargar esta reseña, a veces es “mejor no escuchar a ciertas bandas”.

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