4.25.2013

WECAVEMAN: El Capitán Cavernícola aprende a hacer música


En esta pequeña ciudad, bandas nuevas nacen cada día. ¿Buenas? Muy pocas. ¿Interesantes? Muchas definitivamente.



Transportándome a unos años atrás, recuerdo en mi inefable adolescencia, haberme hecho pasar por un entusiasta deportista acuático (los que me conocen sabrán la hipocresía que esto implica), que mientras esperaba a la tanda buena de olas, presenció a su primo surfear una que desembocó en la colisión en la orilla con un joven surfer, al que terminó marcándole un gran tajo en su pierna. Este mismo muchacho que sufrió este inesperado accidente, muchos años después, durante un inducido viaje etílico, divagaría conmigo hablando de rock n’ roll por muchas horas, hasta terminar en una golpiza en un balneario del Guayas, en la que él recibió la peor parte. Ojo, cuando todo esto ocurrió, yo ya no lo acompañaba, pero fui testigo de las secuelas en su cara a la mañana siguiente.

Como presagiando el futuro de quien escribe estas letras en la senda de un crítico/apreciador musical, este personaje del que hablo, y guitarrista de la banda, me escribió -un día cualquiera y de la nada- invitándome a escucharlos en su debut. Digo “debut” porque antes habían tenido un par de tocadas, entre amigos, pero esta era su “presentación a sociedad”.

Aquel día fui sin expectativas, y a decir verdad, me volaron la cabeza. Dejaron a la banda principal completamente fuera de foco. Una mezcla de baterías agresivas y rápidas, entre golpes acertados e improvisados para formar una estructura fuerte y galopante, con toques de base rítmica y fusionándolo todo con guitarras psicodélicas, dieron vida a ese pequeño monstruo -similar al que se esconde debajo de tu equipo de sonido- que desesperado espera por salir a asustarte con una virtuosidad estruendosa.

“Acerca de nuestro sonido… cuando comenzamos a componer no pensamos nunca sonar como un banda ya existente, más bien pensamos en que queríamos tocar rápido, potente y psicodélico. Queríamos que al escuchar nuestra música, encontráramos algo que nadie más esté creando. No sabíamos qué, pero definitivamente sabiamos que tenia que ser rock”.

Suena excelente como concepto para iniciar una banda, pero suena mejor aún al momento de ejecutarla, ya que de esa mezcla de ideas nació un beat que te invita a levantar el mazo del Capitán Cavernícola y romperlo todo a tu paso.

Luego de haber trabajado juntos en el 2005, hasta la disolución de la banda Retrochoir, Antonio Ledesma en la guitarra y Santiago Cereceda (baterista también de las bandas 8 Días sin cable/8 Days y momentáneamente en 69 Segundos), en la batería y voz , decidieron retomar la composición de temas y armar una banda nueva. Tras intentar sin éxito como dúo, deciden incluir en sus filas a Patricio Eastman en el bajo.

La potencia musical de Wecaveman, que colisiona contrastando a su estilismo diferenciador con esa ligera sutileza rabiosa característica del punk de la nueva escuela, es catalizado por la falta de seriedad de sus letras, las que albergan una ideología infantil radicada en el caricaturesco sentido del humor de los personajes que la componen. Algo que no juzgo en absoluto, ya que muchas veces hay chistes que resultan más graciosos cuando logras ejecutarlo con una cara impasible. Todo esto, mezclado con la seriedad de su música y su proyección ambiental sónica, son su mejor tarjeta de presentación.

Aún no tienen material grabado como para darles un ejemplo de la potencia que este Power Trio proyecta, pero definitivamente vale la pena ir a escucharlos.

Los dejo con el video de la canción con la que cerraron el concierto al que fui a verlos. La canción es instrumental, la calidad de audio deja mucho que desear y el video está incompleto... pero es mejor así. De lo bueno, poco.


Si se quedaron con ganas de más Wecaveman, escúchenlos junto a Boom Boom Kid (Argentina) en Diva Nicotina, el 18 de mayo.

4.08.2013

Con ustedes... ¡Los Hechos Bolsa!



Punta Blanca, en alguna madrugada entre el 2000 - 2002, los excesos daban pie a que un grupo de amigos se desvele entre sonrisas y confusión. Uno de ellos pregunta “¿Han escuchado a Los Hechos Bolsa?”, y saca un CD para compartir su música. Así fue como los escuché por primera vez. El tono lúdico en cada una de sus composiciones acústicas y la forma de relatar las aventuras con las que cualquier joven guayaquileño en los años 90 se hubiera podido identificar, lograron captar mi atención e incitarme a propagar la música de este dúo.

Cada una de sus canciones deja esa nostalgia desabrida que muchos habrán tenido luego de una larga noche de borrachera. Ese mal sabor de boca tan familiar para muchos, que trae recuerdos memorables de horas de excesos, y que posee esa magia amateur y desafinada que te transporta a la mitad de una noche de parranda entre amigos, en la que alguno de ellos, no necesariamente el más brillante o el más patán, agarra una guitarra y empieza a improvisar una canción con letras graciosas, pero con un muy marcado fin, el de entreneter vulgarmente y lograr sacarle sonrisas a la manada.

Tuve en mi poder 5 temas acústicos de esta banda durante algunos años, y sin embargo no conocía su biografía, ni poseía algún indicio de su corta historia o quiénes eran.

No fue sino hasta muchos años después que me enteré mediante una amiga, que aquellos temas ¡fueron grabados en su propia casa! Eso sí fue una jodida coincidencia, y eso que yo no creo en ellas. Los dos integrantes de la banda, Fernando Romero y Luis David “Huevo” Meneses, fueron compañeros de su hermano mayor. Él publicó una breve biografía en su web, de donde logré obtener información, luego de muchos años de ignorancia. En ella contaba que en 1996 este par de “pelados recién ingresados, de colegio aniñado, rubios y totalmente desconocidos para el común politécnico”, ganaron un concurso llamado “Canta si puedes” con su canción “Blues Politécnico”, recibiendo de premio $50,000 sucres y una jaba de cerveza Nevada. Luego de un par de años, él decide grabarlos “…en un clon con Windows 95, una tarjeta de audio Sound Blaster y un micrófono”. Por arcáico y rústico que suene, es gracias a esa estética en la misma línea del DIY de la escena independiente, que lograron capturar con aquella grabación la creatividad compositiva y originalidad de una juventud desencantada, pero sobre todo dispuesta a burlarse de ellos mismos contando las graciosas historias de sus protagonistas. Las que muy bien podrían haberle sucedido a cualquier guayaquileño en alguna etapa de su vida.

Canciones que narran desde la borrachera de un adolescente en el bar El Manantial y su búsqueda por olvidar a un amor traicionero, acompañado de “Trópico en las rocas”, “remando 30 lucas” para poder entrar a la conocida discoteca “Infinity”, capturan un momento en el tiempo que sólo un grupo selecto podrá recordar con una sonrisa, y que comunica rasgos propios de la frustración de un guayaquileño, tanto en su canción “Viernes Chiquito” como en “¿Quién putas es Johnny Walker?”, en la que escuchamos el lamento reflexivo de un guayaco estudiando en Estados Unidos que no puede “mear en la calle” durante una noche de copas rodeado de extranjeros, sin “tabacos Belmont” ni “cerveza Pilsener para chupar” llegando a la conclusión de que “Serán potencia mundial, pero no saben qué es gozar”.

Tomándolos en serio o en son de burla, las canciones de Los Hechos Bolsa son una verdadera joya escondida y olvidada, como las memorias de una noche de excesos en las que el único recuerdo produce esa vergonzosa sonrisa de resaca por lo sucedido el día anterior, pero que además captura esa genialidad callejera latente del “guayaco sabido”, cuya moraleja es tan sabrosa como nuestra cultura, la del “¡…yaaa qué chucha!”.

ACTUALIZACIÓN:
Uno de los integrantes de la banda aprobó compartir sus canciones, aquí les dejo el link de descarga:



Recomendación: Escuchar entre amigos, con una botella del licor de su preferencia.




4.01.2013

Propiamente hablando: Una banda aburrida, gastada y buscando atención.



Aún no había escuchado a "Los Propios", porque lastimosamente no había tenido la oportunidad de ver “Mejor no hablar de ciertas cosas”, la ya famosa película ecuatoriana de Javier Andrade. Para los que aún NO los escucharon… tienen suerte. Quisiera ser ustedes.

Más allá de la falta de buena música o letras interesantes, o presencia escénica o buen show, o talento en general, es la visible y exageradamente forzada búsqueda por llamar la atención y la falta de autenticidad de la agrupación lo que logra que destaquen. Al parecer su fin es encontrar acogida a como dé lugar, vendiéndose como un producto manufacturado y procesado para captar la atención. Sólo esperemos que ese producto tenga una fecha de caducidad cercana.

He escuchado un sinnúmero de veces bandas en esta onda y estilo, cuya fórmula compositiva varía en complejidad y que en otras ocasiones raya en lo más burdo o banal, todo esto sin perder esa frescura y originalidad que divide las buenas de las malas.

En algunas, su característica principal es la graciosa creatividad de sus letras, o el show en vivo muy similar al de un comediante stand up gracias a las opiniones y “joyitas verbales” que sus integrantes suelen compartir durante sus presentaciones, como monólogo o interactuando con su audiencia, lo que me parece bastante entretenido. Debo admitirlo, soy fan de muchas bandas en esta corriente, sin embargo que el punto de partida de Los Propios sea el hecho de buscar lo que está en boga actualmente en una sociedad tan diminuta como la nuestra, basando sus letras en íconos risibles de una cultura ecuatoriana que ya los ha explotado hasta el cansancio, convirtiéndolos en el peldaño gravitacional en el que flotan cada uno de sus temas como referentes de nuestra idiosincracia, y mal utilizándolos sin un leve rasgo de filtro en la composición, hacen que se convierta en un chiste forzado, infantil y excesivamente aburrido, que además contradice la ideología misma de la escena independiente, al buscar su fin más patético: comercializar.

Algunos miembros de la audiencia vibraban idiotizados al escuchar las letras, sintiéndose identificados y riéndose de este mal chiste, orgullosos de ser ecuatorianos, afirmando la “genialidad” de una banda tan pre-fabricada y absurda como su mera existencia. Sin pretender alargar esta reseña, a veces es “mejor no escuchar a ciertas bandas”.