3.21.2013

¿ACTITUD O BUEN SONIDO?





La semana pasada fui al concierto de las Vírgenes Violadoras, en el que El Destierro, Lanny Barbie y Esputo Catatónico (en ese preciso orden) fueron teloneros. Fue muy agradable poder apreciar una puntualidad excepcional a lo largo del concierto, respetando el tiempo de las otras bandas y en especial el del público. Lo que sí fue una calamidad, como es habitual en este tipo de conciertos, fue el sonido.

Alguna vez discutiendo sobre los arreglos técnicos de los shows locales independientes, llegamos a la conclusión de que toda banda debería tener su sonidista. Alguien que se preocupe por la calidad de los shows y para sacar lo mejor de cada grupo, pues quién más que ellos para conocer su sonido.

Tenemos nuestros oídos mal acostumbrados a esta calidad de audio en vivo porque “es lo que hay”. Tal vez por no conocer bien lo que se quiere hacer o por falta de interés hacia el show que se quiere dar. Para muchas bandas importa más la actitud que el sonido, y no está mal si esa actitud opaca al audio durante el show en sí, es más, lo complementa. Y ese claro ejemplo se vivió en este concierto.

El Destierro, banda que me habían recomendado con anterioridad y que no había tenido la oportunidad de ver en vivo, puso un buen show, pero tal vez no logré apreciarlos musicalmente en su totalidad. No fue nada que me quitara el sueño, ni que me dejara pidiendo más, pero habría que escucharlos nuevamente, no es tiempo de sacar conclusiones, sin embargo la calidad de audio dejó mucho qué desear, dejando una huella más grande que la de la banda en sí, ya que algunos de los instrumentos no se pudieron apreciar en absoluto.

Lanny Barbie, por su parte, dieron un excelente show, plagado de más errores que de canciones, y con un sonido rústico y punk al extremo, pero son ellos el ejemplo perfecto sobre lo que me refería al inicio, ¿por qué?, porque es en este caso específico en el que la actitud opaca a la calidad de audio. Si vas a ver un show punk en Guayaquil, este tipo de problemas técnicos van incluidos con el precio de la entrada, pero es el show en vivo lo que destaca, y Lanny Barbie sabe poner uno muy bueno, y que se va desarrollando como un guión improvisado durante toda la tocada.

Esputo Catatónico, la banda genérica de los legendarios españoles Eskorbuto (banda que admiro muchísimo), es una agrupación que me atrae, sin embargo, la razón de utilizar el calificativo “genérico”, es porque su actitud aún cuando es al máximo “confrontadora”, no le llega a los talones a la autenticidad de los originales. Y algo que no me gusta son las cosas tibias o a medias, si realmente te crees todo lo que dices o proyectas, vívelo, no lo actúes. Musicalmente me gustan, y mucho, tienen su onda y hay que admitirlo, pero en cuestión de actitud, no me trago la fachada.

Como conversamos con un amigo durante el show, muchas bandas Punk de la ciudad son copias tras copias tras copias del discurso de otras bandas de antaño, que no proponen nada nuevo. Si alguna de las bandas hubiera pedido 5 minutos de silencio y un poco de reflexión por el nuevo Papa a todos los presentes esa noche en Diva, la actitud hubiera sido mil veces más confrontadora, contra cultura y más contestaria que gritar “¡hijueputa!” al final de cada canción o decir “¡abajo esto! y “¡abajo aquello!”, al ejército uniformado de alternativos guayaquileños. Esa sí hubiera sido una verdadera actitud Punk.



Finalmente, y con extrema puntualidad, llegaron las Vírgenes Violadoras, que aunque brindaron un show increíble de principio a fin, para una banda que cada vez más se introduce en los sonidos New Wave, la falta del tecladista se sintió. El orden de las canciones varió al que tenían establecido originalmente, esperando su llegada, y aunque fue en vano, el setlist estuvo impecable:




1.     Mi pedo en tu boca
2.     Monstruo de los Andes
3.     Tu sonrisa me ciega y me hipnotiza
4.     La niña del vestido rojo
5.     Aquelarre
6.     Cocoon
7.     Te amo siempre
8.     Dilema anal
9.     La chiva acuática de noé está llena de animales como tú
10.   Sangre
11.   Fingir Demencia
12.   Si te casas conmigo eres puta
13.   Entrando al corazón de la oscuridad

Su show, como un estado de menguante bipolaridad, varió drásticamente de un estado de ánimo a otro sin rendirle cuentas a nadie y con una performance contagiante y acelerante, sin embargo, la falta de un técnico de sonido, una vez más se hizo notable.

Tal vez la pregunta no debería referirse tanto a la actitud vs buen sonido, ya que muchos géneros musicales están muy arraigados a esa ideología que se basa más en actitud, especialmente si hablamos de Punk, pero… ¿en realidad estamos satisfechos con tan poco?, lastimosamente como comenté al inicio, la respuesta a esta pregunta continúa siendo “es lo que hay”.  Las dos cosas prodrían fusionarse creando un espectro musical muchísimo más contundente.

Ahora, no es con una visión pesimista que escribo estas palabras, es más, quisiera poder invitar a las personas que recién están empezando y a estudiantes de audio que tomen en cuenta que esto de ser sonidista de una banda es un cargo muy importante y necesario en esta escena under, la que al igual que un embrión, tiene como instinto primario e inmutable el continuar creciendo, buscando nutrirse y negándose a morir, sea como sea.

Fotos: Xavier "El abogado del rock" Gómez

3.15.2013

Vírgenes Violadoras: Los hijos mutantes de una generación Punk.



A veces la mejor forma de abrir los oídos de las personas es con una patada en el cráneo...
Las Vírgenes Violadoras llegaron a mi por allá por el 2007. El video promocional que colgaron en youtube los escupía a la escena guayaquileña, como en una distorsionada presentación a sociedad: Un personaje engafado disfrazado de mujer gritaba durante un show, haciendo un contraste sonoro y gráfico oxímoron, que incluía el montaje de una de sus canciones más suaves “Quiero ser una Virgen Violadora”. Al poco tiempo escuché comentarios positivos y negativos de sus conciertos, pero que sea como sea lograron entrar en los oídos de los demás proyectando sus letras nihilistas, esquizofrénicas e hilarantes, despertando la curiosidad de más de uno.
A decir verdad, en un principio no me gustaron, me parecían muy pretenciosos con su carta de presentación, y su primer álbum no fue algo que me llamó mucho la atención. Ver la reacción descontrolada de la gente al escuchar sus canciones en el difunto Old School Pub, me despertó un poco más de curiosidad. Tal vez era como un “¿será que escuché mal o mis oídos estaban atentos a otro género en ese momento?”, les di una segunda oportunidad al heredar de mi hermano mayor su segundo álbum, y fue desde el inicial crescendo de “Q.T.P.D.” que tuve que detener mi auto y decir “¡mierda!, aquí hay algo”.
El problema de su aceptación -aunque no creo que sea algo que les quite el sueño- puede radicar en que muchos no los comprenden o nunca comprenderán, ya sea porque son muy Punk para los Heavy, o muy Heavy para los Alternativos, o muy New Wave para los Punks, durante todos sus camaleónicos cambios. Todo esto sin dejar de ser una banda imperativa, ejecutores de un sonido primitivo pero interesantemente intenso. Aún cuando su premisa sea la de “Punk del futuro”, algo que no podría estar más alejado de la realidad. ¿Por qué? Porque no están inventando nada nuevo.
Con oídos más afilados y un poco más de búsqueda y análisis a su mensaje, quién sabe si su fin pudiese ser justamente ese, el de expresar sin remordimiento una broma pesada a la música “intelectual”,  algo que dejaron expuesto desde sus inicios, pero con rastros visibles de un pasado punk. En efecto, el de su líder Paolo Thoret (Sor-Bete), quién fue guitarrista por largos años de otro ícono DIY guayaquileño, Ultratumba, los que no han sabido tener su puesto bien ganado en los oídos del país, algo que en realidad siempre me pregunto por qué.
De vuelta a las Vírgenes… su inicio fue caótico y más bien líricamente risible, ya que pudo llegar a convertirse en una broma pesada bastante infantil, al estilo de Todd Congelliere, como dejaron claro en algunos de los temas tratados en su primera maqueta “Internadas en Huigra”. Las huellas de Ultratumba (de quienes incluyeron un tema reversionado) y sus letras de desgano, chabacanería, y adolescencia intempestiva (lo cual no tiene nada de malo), plagan y se sienten en sus primeras composiciones, en temas como “Mi pedo en tu boca”, “Me gusta que me masturbes” o “Violación en una clase de mecanografía”.
Estructuralmente como concepto de grupo, desde el nombre provocador, la apariencia de sus integrantes y los temas escatológicos recurrentes en su primer álbum, lograron sacudir las cabezas de más de uno. Para mí, un buen inicio para romper la puerta de tu casa a golpes para entrar y hacerse notar, más no un buen álbum en su totalidad, aún cuando hay algunas joyas escondidas y que siguen marcando puntos importantes en su historia como “Monstruo de los Andes”, y la cacofónica “La última monja en el planeta Tierra”.
Aún cuando después del primer álbum ya conocimos que les gusta que los masturben, el concepto de la burla a todo como carta de presentación no nos revela el bajón emocional que ronda entre sus “Extraños sentimientos” y la suicida “Envenenemos las aguas del planeta” con su repetitivo “qué más da… un día más, un día menos”, que además revelan otra faceta que nunca fue expuesta y que hace apariciones sin freno desde la raíz compositiva. Excelente de principio a fin, enriqueciendo su repertorio con capas y texturas tanto líricas como musicales, pero conteniendo rezagos de sus malos chistes, como “Cocoon”, que aunque sea pegajosa para sus seguidores, a mi realmente solo me patea los huevos, quitándole el mood al álbum. En algunos de los temas que lo componen, los alaridos se mantienen, pero la sensación y trasfondo que proyectaron en sus inicios varía enormemente.
Es en su segundo álbum en el que ya se empieza a notar la variedad y la mutación de las VV. Un álbum mucho menos confrontacional y más profundo y ambiguo, en el que se revelan más historias íntimas de las que se podría esperar de ellos. “Canciones de amor podrido y sin esperanza” es en sí, una obra que te hace pensar, y no recomendada para gente que sufre de depresión. Lejos de esto, y salvo de una o dos excepciones, este es a mi parecer su obra más representativa y mejor ejecutada. Un álbum que dentro de muchos años podría llegar al status de álbum de culto.
Luego de una breve experimentación con su ya famosa “Si te casas conmigo eres puta”, es en su tercer trabajo, el disco doble “Lado V”, cuando mutan por completo a una banda New Wave, con influencia directa de la legendaria banda Punk ecuatoriana de los 80s “Descontrolados”, donde el padre de Sor-Bete fue guitarrista, llevándolos aún más al fondo de estos caminos musicales desconocidos.
La calidad de audio no es la mejor, debido a su falta de una batería real, pero el feeling del álbum es algo digno de escucharse. Muy atrás queda la inmadurez (por no encontrarle un mejor adjetivo) de su primer trabajo para consolidarse como una banda que ofrece mucho más que una broma de mal gusto. Los temas siguen teniendo los títulos característicos que buscan llamar la atención, pero en contenido tienen mucho más que decir.
Sea el género que hayan adoptado en la variedad de facetas musicales encarnadas a lo largo de su corta historia, no afectan en nada a su genialidad como banda. Nada de posturas impuestas o categorizaciones en base a géneros, sino una autenticidad que probablemente es más visible para las personas que conocen a sus integrantes. Ellos son así porque siempre han sido así.
Si los temas pasan de sexuales a profundos o burlas que confrontan de manera sarcástica a drogadictos, emos y al mismo presidente Correa, poseen los componentes necesarios para crear bases sólidas en sus composiciones. Y aunque la imagen proyectada podría caer en lo banal o vulgar, las VV se reinventan a sí mismos convirtiéndose en una contradicción musical como comunicadores de emociones, sumado a la imagen que proyectan desde su nombre, sin alejarse del objetivo inicial.
Su participación en festivales y hasta bandas sonoras de películas no ha sido por coincidencia. La genialidad de la banda radica en que sus alaridos son justificados, sus sonidos provocativos y su autenticidad innegable. Las VV son una banda con los pies sobre la tierra, pero que por momentos levita hasta al status que muchos quisieran llegar, y que aunque sea únicamente dentro de una escena tan pequeña como la nuestra, no significa -en lo absoluto- que sea poca cosa.

3.14.2013

Adoradores de Satán: Una introducción (Pt. 2)



Vivimos en una ciudad en la que sus ídolos musicales han sido sólo cortos proyectos desganados de personajes que soñaron a ser artistas, pero sin el esfuerzo necesario para sudarla como se debe: arriesgando todo. En estos me incluyo, no apunto con el dedo, sólo remarco la triste realidad del conjunto de bandas independientes que nacen y mueren día a día, por falta de apoyo o de ganas. 

El problema, a mi parecer, es que en su gran mayoría esperan vivir como “estrellas de rock”, y tenerlo todo fácil. Reconocimiento sin esfuerzo y vivir de la música en un país donde ni siquiera existe cultura musical y cuya escena under, siendo esta la más prometedora, continúa como un espermatozoide revoloteando sin fecundar nada.

Lo mismo sucede actualmente con nuestro cine. Al no haber muchos referentes, nos limitamos a aceptar y a aplaudir lo que hay. “¡Oh, es una película ecuatoriana, debes verla!" Claro, hay que apoyar lo nuestro, pero cuando es un producto bueno, no hay que tampoco ser cinéfilo-onanistas, ni “eunucos mentales” (término establecido por La Banda Trapera del Río), en el sentido en que por ser de acá debo promocionarla o calificarla como “de lo mejor que he visto”. Conversando con un gran amigo conocedor de música y cine, escuché algo que me causó risa pero me hizo reflexionar, “claro, ya la vi, pero el guión es pobre, hay que darle su mérito por lo que se ha logrado con tan poco, pero mierda…qué te puedo decir, he visto películas de Godard”, por risible que la comparación pueda ser, es esa autocrítica que debemos darnos y no calificar de excelente a un producto mediocre. Tal vez puedan llegar a ser comparaciones exageradamente absurdas, pero no por esto menos motivadoras, es más, una mala reseña debería impulsarlos a mejorar, no a atacar o encabronarse cuando alguien no les da el visto bueno al que están tan acostumbrados, porque debemos vernos a nosotros mismos, y saber autocriticarnos y evaluarnos para no convertirnos en groupies de nosotros mismos, agregando otra cabeza ciega al rebaño.

Es justamente por esa razón, que se convierte en una consecuencia sistemática el estancamiento de la escena artística, ya que hacen que sea algo perfectamente normal, porque no existe un punto de referencia del cuál tomar ejemplo, ni las críticas necesarias sobre las cuáles mejorar y seguir trabajando. Si todo lo que se está creando (al ser escaso) debemos asimilarlo como un buen producto, estamos retrocediendo en lugar de avanzar, y todos sabemos bien que el agua estancada termina pudriéndose.

Existen muchos -no, en realidad estoy exagerando, existen muy pocos- críticos y conocedores en nuestro medio, que aunque conozcan perfectamente cómo olfatear a distancia la falta de autenticidad de una propuesta artística, se hacen los de la vista gorda con proyectos locales, ¿sus razones?, pues porque que al ser tan reducida la escena, todos se conocen entre sí, llegando a calificar de “brillante” un trabajo discográfico o fílmico mediocre, sea para evitar enemistarse con algún amigo/colega o por el simple miedo de no agobiar y hacer enfadar al rebaño. Pareciera que forman parte de un culto o secta exclusiva a la que no pueden cuestionar, pero sí repetir constantemente lo formidable que es.

Tiene que haber un cerebro detrás de todo este arte, sincerarnos y cuestionarnos si la propuesta musical o cinematográfica que estamos creando vale la pena, ¿tengo algo qué decir o simplemente busco protestar; quiero burlarme de algo o cuestionarlo; divertirme o sólo poner a la gente bailar? Sea el camino que se escoja, lo que importa es la ejecución de este objetivo, y en muchos casos se puede sentir ese mínimo esfuerzo que busca desesperadamente atención o reconocimiento. Salvo algunos casos específicos en los que la complejidad y trasfondo del sujeto advierte una autenticidad tan clara que es innegable. Pero es justamente en esto en lo que debemos aprender a discernir.

Siempre he dicho que la música te busca a ti y te encuentra en el momento indicado. No es al revés. En este caso, la música ecuatoriana ha estado ahí siempre, el problema es que como todo en este país, llegó tarde. Llegó tarde a nuestros oídos. Pero hay que estar bien despiertos, porque nos está buscando en estos momentos, y ya es tiempo de dejarla entrar.

Sé que con estas reseñas, reportajes y entrevistas, me arriesgo a ganarme el odio de más de uno que otro conocido en el submundo artístico local, si es así no me hago problema y tampoco pienso en ningún momento censurar mis opiniones, porque creo fielmente que no podemos seguir alabando todas nuestras propuestas únicamente por el mérito de ser Hecho en Ecuador. ¿O acaso todo lo que sale de acá es bueno? Sí, hay talento por explotar y muchas cosas buenas, pero también hay mierda, y el mal aliento de los borregos que se llenan la boca alabando este tipo de obras sólo ayudan a propagar el mal olor.


3.13.2013

Adoradores de Satán: Una Introducción (Pt. 1)



Este blog busca promocionar, motivar, y calificar/apreciar lo bueno y lo malo que puede salir de las propuestas artísticas de la escena local -específicamente la musical y cinematográfica-, sin regalar reconocimientos mientras nos bajamos los pantalones por el único hecho de ser "Hecho en Ecuador". El fin no es criticar por criticar sin bases, ya que nuestro problema más grande radica en que al no existir una crítica constructiva por parte del público, estamos limitando al crecimiento artístico. Si todo está "perfecto", ¿por qué cambiar o mejorar?

Hay un sinnúmero de bandas que dejaron huellas, pero que lastimosamente no dejaron ningún tipo de material auditivo para generaciones venideras y que hoy en día serían referentes locales para poder lograr entender lo profundo del asunto y las bases sólidas que crearon para bandas actuales.

El apoyo en ese entonces era casi inexistente, ya que un público habituado a escuchar banda tras banda de covers era alimentado hasta el empachamiento, creando la ilusión de que era inútil el esfuerzo para componer material inédito, y, al estar acostumbrados a recibir las migajas recicladas que se les daban, no los impulsaba a demandar nada más, pues percibían que era lo que debían hacer y estaban contentos con esa rutina absurda.

Durante años vi cómo el recurso alternativo al pop local era el rock extranjero tocado por bandas tributo o bandas insignificantes. La gente se creía eso de que para formar tu banda debías tocar covers, “escucha esta canción que saqué”, “esta va a ir incluída en nuestro set”, pero dejando al público y a la escena musical en sí, en un aletargado estado de hibernación.

Ya hace algunos años, la ideología DIY impuesta en Guayaquil por la Unión Punk, ha inspirado a las bandas que tenemos hoy en día, ya sea para hacerse escuchar, organizar conciertos, crear artes, flyers, videos promocionales o dejar material grabado para la posteridad.

Fue hasta mucho tiempo después cuando no sólo un par de bandas pioneras decidiera hacer su propia música, sino además en nuestro idioma y sin esperar nada a cambio. La chispa inicial de transmitir lo que tenían que decir y al mismo tiempo por la exclusiva satisfacción de hacer música. Los conciertos de escenas minúsculas empezó a expandirse como un fuego amenazador que sin querer, pretendía eliminar cualquier tipo de recuerdo aportado por las generaciones pasadas. “Antes no había las facilidades de ahora”, escucho repetir constantemente a músicos de la vieja guardia, ahora ingenieros, arquitectos y demás, como si alguien los hubiera obligado a escoger bajarse en la primera parada. Claro que no había facilidades, aún no las hay, ¡estamos en Ecuador, por la puta!, pero es justamente esa necesidad la que debió impulsarlos a crear y no a retirarse.

He sido bastante afortunado de presenciar algunos shows históricos en los que bandas que compartieron escenario luego se unieron para formar algunas de las más reconocidas que suenan hoy. Puedo decir que estuve y hasta formé parte de un movimiento que daría luz a la escena musical del país. Estuve en el momento preciso y en el lugar correcto.

Hoy en día las facilidades son muy grandes y las oportunidades de difusión aún mayores. La gente puede estar escuchándote en Japón si es que te pones las pilas. Lastimosamente hasta que esto fue impuesto en nuestra pequeña escena, muchas bandas fallecieron sin dejar registro de nada. Sonidos fascinantes que recuerdo con nostalgia, y que para poder escucharlos debo hacer una recorrido interminable en el museo musical de mi cerebro, el mismo que no se pone más joven con el pasar de los años.

Por suerte no todo está perdido. Hay muchos que sienten y viven esa llama que se niega a extinguirse, y que están moviéndose para que esto suceda a partir de la unión de escenas, apertura a nuevos sonidos y fusión de bandas para realizar shows en los que exista una variedad. Sin embargo, este es un largo camino que recién estamos empezando a recorrer.